A los 32 años, Ángela y su pareja decidieron que querían ser papás. Jóvenes y con una vida estable, nada entonces hacía presagiar que se encontrarían no pocos obstáculos en el trayecto hacia su meta.
Su testimonio pone de manifiesto que no importan los planes de la mente. El inconsciente biológico decide por su cuenta, con una intención positiva de supervivencia…, aunque no siempre acierta ni actúa conforme al deseo consciente.
El suyo es tan solo un caso entre otros muchos. ¿Por qué lo elegí? Sobre todo, por dos motivos:
- Porque empezaron pronto a buscar un hijo, de modo que la edad —que suele alegarse como causa— no representaba impedimento alguno.
- Porque después de someterse a todo tipo de pruebas clínicas y tratamientos, finalmente lo que funcionó fue la propia naturaleza.
Pero transcurrieron cinco años hasta conseguir su objetivo, y a lo largo de ese tiempo compartieron ilusiones, decepciones, proyectos, frustración… una montaña rusa de vivencias que afortunadamente no los condujo a tirar la toalla, sino a seguir intentándolo. Así fue como llegaron a Las leyes de la fertilidad, conocieron mi método y decidieron llevarlo a la práctica. El resultado: un ángel llamado Mario.
Nadie mejor que Ángela para contar su experiencia. Yo procuraré resumirla sin que se me escape ningún detalle relevante, pues en esta historia abundan… Algo común a todas ellas (incluida la mía) es preguntarse: «¿Por qué a mí?», «¿Qué estoy haciendo mal?», «¿Qué problema tengo, qué desconozco?»… En otras palabras: queremos entender desde una perspectiva racional, y nos damos de bruces con sus límites.
También Ángela atravesó por esa fase. Y en busca de explicaciones, acudió a la ciencia. Los análisis revelaron baja reserva ovárica y baja calidad ovocitaria; con un diagnóstico como ese, optó por depositar sus esperanzas en la reproducción asistida, la fecundación in vitro e incluso la ovodonación. Se quedó embarazada en cuatro ocasiones… que desembocaron en cuatro abortos: dos bioquímicos y dos evolutivos.
¡Cómo se retuercen las entrañas con la angustia y el sentimiento de culpabilidad por la pérdida! ¿Te ha ocurrido a ti? ¿A que sabes de qué hablo…? En este punto, algunas parejas dejan de luchar, o consideran la posibilidad de adoptar, o se deprimen, o se rompen… o exploran otras vías.
Encontrar y sanar la verdadera causa
«Ahí empiezo el trabajo contigo, Patricia, empiezo a hacer el árbol genealógico y empiezo a identificar las numerosas pérdidas (abortos o niños ya nacidos) que ha habido en mi familia», reconoce Ángela.
¿Casualidad? Después de indagar e investigar, conecta especialmente con el drama de sus abuelos paternos, que perdieron a una hija víctima de una neumonía. «Comprendí que aquel desgarro que yo sentía no era mío, sino de ellos, y empecé a hacer consciente esa información que llevaba grabada en mí y que pude ver a través de los ejercicios que practicamos juntas. Conocía algo de la historia, pero no su profundidad, y por supuesto no la había sentido», continúa. Para Ángela, esa parte de la terapia significó un antes y un después, y le hizo dudar de las casualidades.
Las emociones se heredan y muchas veces afloran en forma de síntomas. Por ejemplo, dificultando o interrumpiendo un embarazo.
La memoria inconsciente de un evento traumático, como la muerte de aquella niña, estaba condicionando la respuesta biológica de Ángela: para evitar el riesgo de que se muera un hijo y el sufrimiento tan grande que supone, la solución que adopta la biología pasa por no traerlo al mundo, pues interpreta que se sufre menos por algo desconocido, que no se ha vivido.
Por fin hallaba el origen de su «infertilidad»: un bloqueo de su propio cuerpo, con el (buen) propósito de impedir un mal mayor. Lo siguiente era desactivar sus grabaciones heredadas, liberarse de una carga emocional tan pesada, redimir a sus abuelos de toda culpa y redimirse ella misma.
No habían hecho nada malo: solo guardar un dolor que, al no expresarlo, se había transmitido como advertencia. Soltar ese lastre que arrastraba, la llenó de fuerza y le devolvió la confianza en su poder creador. Y sin saberlo, ahora sí estaba preparada para concebir, sin temor a repetir el luto de sus ancestros.
Otro hito determinante para ella, que operó un cambio en el sentido de su información inconsciente, lo marcó la conexión con los bebés que se fueron. Los mensajes que le mandaron la reconciliaron con sus pequeños y con su alma, y de esa forma le ayudaron a aceptar y a aceptarse. Le enseñaron que nada sucede por casualidad y que un episodio se repite porque no se ha entendido a la primera.
Entonces, se quedó embarazada nuevamente. En la semana 18, cuando mantenemos la conversación en que me brinda su testimonio, se siente feliz. Con las herramientas que ha aprendido a usar en Las leyes de la fertilidad va controlando los miedos que al principio le asaltaban y Mario crece sano en su interior.
— ¿Qué le dirías a una mujer de esas que afirman ser «muy mental» y no creen en este trabajo que hacemos? —le pregunto.
— Lo primero, que pruebe y que no se cierre a una opción que quizás pueda ayudarle. Y luego, que lo haga con la predisposición y la actitud para adentrarse en lo más profundo de su ser y dejar fluir las emociones… Además, también le recomendaría leer algún libro tuyo antes de iniciar las sesiones, para familiarizarse con tu método.
Soy Patricia Bartolomé y quiero ayudarte, como a Ángela, a encontrar la verdadera causa de tu problema. Atrévete a buscarla. Yo te acompaño en el camino hacia tu ansiada maternidad.